jueves, 26 de marzo de 2009

Casquetes Polares

Cuando un glaciar cubre mesetas e islas de latitudes altas se le denomina Casquete polar.De estos Casquetes polares suelen nacer glaciares alpinos, que descienden por los valles llegando incluso a alcanzar el mar. Cuando el glaciar es tan extenso y antiguo que cubre la superficie de un continente, se le denomina Capa de hielo continental. Suelen fluir lentamente hacia el exterior y alcanzar los océanos, donde se se fragmentan en diversos tamaños durante el verano formando los icebergs. Normalmente, el término se utiliza para describir las masas de hielo que cubren la Antártida y Groenlandia, así como aquellas que cubrieron la mayor parte del hemisferio norte durante la edad de hielo del pleistoceno, en el periodo cuaternario. Un gran manto glaciar, de más de 1,8 millones de km2 de superficie y que supera los 2.700 m de grosor máximo, cubre casi toda la superficie de Groenlandia. La roca sólo aflora cerca de la costa, donde el glaciar se fragmenta en lenguas de hielo que recuerdan a los glaciares de valle. Desde el lugar donde estas lenguas alcanzan el mar, se desgajan pedazos de hielo de diversos tamaños durante el verano y forman icebergs. Un tipo de glaciar parecido cubre toda la Antártida, con una superficie de 13 millones de kilómetros cuadrados.
EL DESHIELO

La pérdida de glaciares y de los casquetes polares durante este siglo puede ser responsable de hasta un 60% de la subida del nivel del mar, lo que supone entre 10 y 25 centímetros; si llegasen a fundirse completamente, el aumento del nivel del agua sería de un metro. Éstos son los resultados presentados hoy en la revista Science por un equipo científico internacional cuyas conclusiones suponen un reto a la opinión más generalizada entre los especialistas, según la cual la pérdida de los hielos que hay sobre tierra firme (en la Antártida y en Groenlandia) sería la responsable de la subida del océano.

Según las mediciones y cálculos realizados por el equipo, dirigido por Mark F. Meier (Universidad de Colorado en Boulder, EE UU), Groenlandia contribuye con un 28% al total de subida del nivel del océano ya registrada, mientras que a la fusión de hielos antárticos corresponde otro 12%. Muchos científicos habían estimado que el derretimiento que están sufriendo esas dos grandes plataformas cubiertas de hielo supondrían el 60% del agua extra que se incorpora al mar.

Sin embargo, son los glaciares (tanto marinos como montañosos) y los casquetes polares los que más agua aportan, ya que vierten actualmente unos 400 kilómetros cúbicos por año, cantidad que está aumentando en unos doce kilómetros cúbicos anuales.

Este nuevo conocimiento tendrá muchas implicaciones en las predicciones del cambio global provocado por el cambio climático, ya que cada tipo de masa helada se rige por sus particulares procesos y efectos.

A las estimaciones de subida del nivel del mar debida a las contribuciones de los glaciares y casquetes polares en este siglo, subrayan Meier y sus colegas, hay que aumentar la subida debida a la expansión térmica del agua oceánica, que puede ser el doble. Los científicos recuerdan también que una subida del nivel del mar de 30 centímetros supone, como media mundial, la inundación de una franja costera de unos treinta metros. Cien millones de personas viven actualmente en los territorios que quedarían sumergidos si el océano subiera unos noventa centímetros.

Meier y sus colegas han trabajado con información tomada desde satélites y aviones, así como con datos medidos directamente en glaciares, casquetes polares, la capa helada de Groenlandia y las capas antárticas del este y del oeste. Además, han incorporado las mediciones de glaciares de montaña -desde los pequeños hasta los más grandes- en Rusia, Europa, China, Asia Central, Canadá y América del Sur.

¿QUE OCURRIRIA SI SE DERRITIERAN LOS CASQUETES POLARES?

La superficie de tierra firme de nuestro planeta soporta una carga de unos 38 millones de kilómetros cúbicos de hielo (de los cuales, un 85 por 100 está en el continente de la Antártida). Como el agua es algo más densa que el hielo, esos 38 millones, al derretirse, se quedarían en unos 33 millones de kilómetros cúbicos de agua.

Está claro que si el hielo se derritiese, toda el agua, o casi toda, iría a parar al océano. El océano tiene una superficie total de 360 millones de kilómetros cuadrados, Si dicha superficie permaneciera constante y los 33 millones de kilómetros cúbicos de hielo fundido se esparcieran uniformemente por toda su extensión alcanzaría una altura de 33/360 ó 0,092 kilómetros. Es decir, la capa de hielo fundido tendría un espesor de 92 metros.

Pero lo cierto es que la extensión superficial del océano no permanecería constante, porque, de subir su nivel, se comería unos cinco millones de kilómetros cuadrados de las tierras bajas que hoy día festonean sus orillas. Lo cual significa que la superficie del océano aumentaría y que la capa de ese nuevo aporte de agua no sería tan gruesa como acabamos de suponer, aparte de que el peso adicional de agua haría ceder un poco el fondo del mar. Aun así, el nivel subiría probablemente unos 60 metros, lo bastante como para alcanzar la vigésima planta del Empire State Building y anegar buena parte de las zonas más pobladas de la Tierra.

La cantidad de hielos terrestres ha variado mucho a lo largo de la historia geológica de la Tierra. En el apogeo de un período glacial avanzan, gigantescos, los glaciares sobre millones de kilómetros cuadrados de tierra, y el nivel del océano baja hasta el punto de dejar al aire libre las plataformas continentales.

En cambio, cuando la carga de hielo es prácticamente nula, como sucedió durante decenas de millones de años, el nivel del océano es alto y pequeña la superficie continental.

Ninguna de las dos situaciones tiene por qué ser catastrófica. En pleno período glacial, los hielos cubren millones de kilómetros cuadrados de tierra, que quedan así inhabilitados para la vida terrestre. Pero, en cambio, salen a la luz millones de kilómetros cuadrados de plataforma continental, con posibilidad de ser habitados.

Si, por el contrario, se derrite el hielo, el agua anegará millones de kilómetros cuadrados, que quedan así inservibles para la vida terrestre. Pero en ausencia de hielo y con áreas terrestres más pequeñas, el clima será ahora más benigno y habrá pocos desiertos, por lo cual será mayor el porcentaje de tierras habitables. Y como la variación en el volumen total del océano es relativamente pequeña (6 ó 7 por 100 como máximo), la vida marina no se verá afectada demasiado.

Si el cambio de nivel durase miles y miles de años, como siempre ha sido en el pasado, no habría dificultad para afrontarlo. Pero el problema es que la tecnología humana está vertiendo polvo y anhídrido carbónico en el aire. El polvo intercepta la radiación solar y enfría la Tierra, mientras que el anhídrido carbónico atrapa el calor y la calienta. Si uno de los efectos llega a predominar en el futuro sobre el otro, la temperatura de la Tierra quizá suba o baje con relativa rapidez. Y en cosa de cien años puede que los hielos se derritan o que se formen glaciares continentales.

CONSECUENCIAS EN LA BIODIVERSIDAD

Biodiversidad Marina

El problema podría tener consecuencias graves para las criaturas oceánicas, como gusanos antárticos, arañas marinas y erizos, debido a la reducción de la plataforma de hielo, señala el estudio realizado por científicos del Instituto Antártico Británico en la Península Occidental de la Antártida.

Según los científicos, el desprendimiento de los hielos tiene una estrecha relación con la duración de lo que califican como el hielo marino invernal.

Añaden que ese hielo ha disminuido dramáticamente tanto en espacio como en tiempo en toda la región durante las últimas décadas debido al cambio climático.

Este aumento en la alteración de los icebergs y su influencia sobre el fondo marino, donde se desarrolla el 80 por ciento de la vida antártica, podría tener consecuencias graves para los animales a una profundidad de unos 500 metros, manifiestan los científicos en el estudio.

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